miércoles, 16 de junio de 2010

Cuento a partir de tres palabras: infierno, columpio, armonía


Después de cenar, salió del hotel y caminó sin rumbo fijo por las calles extrañas y silenciosas. La noche era oscura y fría. Llegó a una diminuta plaza, aislada de la calzada por unos frondosos matorrales. Un columpio se balanceaba lentamente mecido por el viento. Una antigua fuente de piedra adornaba la plazuela. La armonía del lugar sólo se rompía por un buzón de un estridente color amarillo.


Se sentó en un banco y sacó una carta del bolsillo.

Era la carta más difícil y más importante que había escrito en su vida. Abría su corazón y le explicaba a ella todos sus sentimientos, sus anhelos y esperanzas. Pasó la mano por las letras, que se sabía de memoria. Cerró los ojos, y vió su rostro hermoso, su sonrisa alegre, su pasión y entusiasmo por la vida. Pensando en ella, se sentía en la gloria y en el infierno al mismo tiempo. Él era todo lo contrario, reservado, lacónico, distante. Un espectador de la vida que se limitaba a observar. Él sabía que la quería, que siempre la querría.

Y, como siempre, volvió a guardar la vieja carta en el bolsillo.